
Exigencia y contingencia de control
Apertura de la XVI Jornada Anual de la EOL Sección Santa Fe
Silvia Baudini - Directora de la EOL
Exigencia y contingencia de control
En las Jornadas Anuales de la EOL de 2009 presenté un pequeño texto en la mesa que se llamó Flashes sobre el control. En ese momento era miembro de la Comisión Científica y cada uno de los que la integrábamos presentamos un texto que iluminaba un momento ligado al control y la producción de efectos de formación. Estábamos a tono con lo que en ese momento ocurría en la Escuela de la causa, un llamado a la enunciación, a hablar en primera persona.
En estas Jornadas de la Sección Santa Fe, cuyo tema es “Los circuitos del goce y su repetición”, quiero referirme a la relación que hay entre repetición y formación.
La repetición
En el Seminario 11 Lacan toma 4 conceptos de la teoría freudiana. Inconsciente, repetición, transferencia y pulsión. En este Seminario se produce un corte. Allí Lacan presenta el inconsciente ya no como una estructura -y me parece que este es el corte fundamental que abre a todo lo que va a ser la última enseñanza- sino como una suposición: Sujeto-supuesto-saber. Puede decir entonces que Dios es inconciente, es decir una suposición.
El inconciente es un artificio, pasa de algo sólido, estructurado a a un artificio del dispositivo, un efecto de significación debido al dispositivo analítico, el Sujeto-supuesto-saber es un efecto de significación producido por la cura misma. No es el inconsciente que obedece a las leyes de la metáfora y la metonimia, sino un inconsciente pulsátil articulado a la dimensión temporal, que se abre para cerrarse. ¿Qué dice Miller? Dice que es la experiencia analítica lo que lleva a Lacan a hacer este pasaje de un inconsciente estructural a un inconsciente del lado del artificio, esta toma de distancia de la teoría lo acerca cada vez más a la experiencia como tal. Lacan aísla un resto no significante, el objeto a. Entonces pasa de la significación a la causa y la causa pone en juego el cuerpo. Es decir pasa del significante al goce.
Ese inconsciente menos sólido nos remite a la época líquida de la que habla Baumann, Miller en Comandatuba tomó esta vía, un inconsciente que no es volver al Inc de papa, sino que está sostenido por el amor, el amor de transferencia, el amor como contingencia, como posibilidad de poner al trabajo “el no querer saber nada de eso” del parletre. Primero el amor y luego la suposición de saber, solo amando puede querer saber. Puesto que ya sabe todo lo que tiene que saber para gozar, para seguir gozando o para ser feliz como dice Lacan en Televisión.
La repetición abordada en el Seminario 11vuelve a centrar el tema de la práctica, dice Lacan: “Ninguna práctica mas que el análisis está orientada hacia lo que en el corazón de la experiencia es el núcleo de lo real”. Cap 5. La repetición con su doble estatuto de automaton y tiché.
Cito: El encuentro con un real que se sustrae, el primer encuentro, el real que podemos afirmar detrás del fantasma, lo que se repite es algo que se produce como al azar, un traumatismo, algo del orden de lo inasimilable, formulaciones de Lacan que van en la línea de afirmar el valor fundamental de la contingencia en la experiencia analítica.
En cuanto a la pulsión, es una exigencia, un empuje que no cesa, que no tiene ritmo. Se sostiene en Freud para afirmar que la pulsión es un recorrido en torno de un vacío, y lo que satisface es el recorrido mismo.
Exigencia pulsional, contingencia traumática, dos ejes que nos permiten orientarnos por lo real, si somos incautos del mismo.
Tres casos, siempre la contingencia.
¿En que se forma el analista? ¿Y cómo da cuenta de esa formación?
Considero que se forma en la posibilidad de ir más allá de su fantasma, habiendo atravesado la relación con el objeto a que lo sometía al régimen de la repetición.
Ese atravesamiento le posibilita saber algo más de lo que lo fija como parletre en el síntoma y que es la iteración de un acontecimiento de goce siempre uno. Se forma en habilitar la contingencia que el sujeto lleva con él, y las contingencias que se presentaran en la cura. Para ello deberá “saber querer” todo aquello con que se confronta, sin el prejuicio que todo fantasma comporta. Miller en el video que vimos ayer lo dice “Estoy a favor del matrimonio para todos, lo descubrí en mí a último momento, porque no me comprometía, pero también me gustan los otros, que están allí, que desfilan por las calles con un papa, una mama un niño, nunca hubo necesidad de hacer eso durante toda la historia de la humanidad. Cuando yo era joven si hubieran visto gente así las hubieran encerrado, hoy no las encierran porque justamente no se necesita un papa y una mama para hacer un niño, por eso se convierte en un slogan. Es impactante, son los testigos del siglo, me rio de ellos pero también me gustan y soy totalmente capaz de reírme de las extravagancias de los propagandistas del matrimonio para todos. No estoy contra nadie y me parece apasionante el momento...”.
¿Donde se forma un analista? Sabemos que no hay el analista, que es uno por uno de lo que dan cuenta suficientemente los AE de nuestra Escuela Una. Hoy tendremos la oportunidad de escuchar a Marina Recalde. Decimos que se forma en la Escuela, la que Lacan inventó para resguardar el discurso analítico. Y se forma en su propio análisis y en la expriencia de control, una experiencia que es exigencia y contingencia. Ambas figuras de la etica de lo real.
Cito a Lacan en La Tercera: “El sentido del síntoma no es aquél con que se lo nutre para su proliferación o su extinción. \'el sentido del síntoma es lo real, lo real en tanto se pone en cruz para impedir que las cosas anden, que anden en el sentido de dar cuenta de si mismas de manera satisfactoria”. Y agrega que se le pide al analista que los libere de lo real y del síntoma a la vez. Si esto ocurre puede esperarse cualquier cosa, y en ese cualquier cosa coloca la vuelta de la religión verdadera. Esa religión se sostiene de la esperanza y por lo tanto puede permitírselas todas.
Quiero trasmitir 3 casos de control, del trabajo de control de mis casos.
Uno me atormentaba, la paciente llamaba a toda hora, lo que incluía también la madrugada, aparecía en mi consultorio sin cita previa. El familiar me llamaba porque los actos impulsivos se sucedían. Decido una internación. También pido un control.
Obtengo tres respuestas
1) Dice el control: “¡Esto es un verdadero inclasificable!” Con énfasis.
Lo que ubica el caso y me ubica en un tema teórico de interés para el Campo freudiano en ese momento.
2) “¿Yo podría ver a esta paciente?”, dicho más como para sí mismo sopesando ventajas y desventajas. Yo permanecía muda.
Modo del semblante que hacía ver el exceso que la practicante que yo era en ese momento tomaba a su cargo.
3) Me pregunta: ¿Puede usted escribir el caso y mandármelo, quizá pueda presentarse mañana?
La escritura del caso, que hago y le envío en dos horas, hace de ese padecimiento, como ficción fantasmática, lazo a la comunidad.
El fantasma al servicio del sacrificio orientado por el Nombre del padre reduciría la cura a la preocupación terapéutica. Síntoma orientado por el Nombre del Padre, unido a la tradición médica.
Otro, el caso no me atormentaba, me llevó a pedir el control una dificultad diagnóstica, el control se desarrolla con precisiones clínicas que permiten arribar a una conclusión sobre este punto.
Pero lo que quiero destacar son dos preguntas que me realiza.
1) ¿Usted, es psiquiatra? Lo cual podía responderse muy fácilmente, es lo que hice, dije “sí”.
2) La segunda pregunta en cambio fue más difícil de responder, hecha en el umbral, mientras me acompañaba a la salida: “¿Usted con quién trabaja?”, me dejó balbuceando una respuesta, y ahí estaba otra vez repetida: “¿Usted, con quien trabaja?”, segunda respuesta más necia que la primera, y vuelve otra vez la pregunta. Esta vez apelé a algún lugar que ocupaba en la Escuela.
Esa pregunta tuvo un valor de contingencia que me permitió percibir que algo del fantasma que tan brutalmente debió ser interpretado la primera vez continuaba, atenuado, dando signos. Un exceso de soledad que no es la soledad del analista que se liga al deseo como impuro, sino una ambición, no exenta de cierto cinismo, de posicionarse en la lógica del para todo.
El último caso pudo posibilitar que la contingencia quede del lado de la transferencia con la paciente y su uso producir un alivio en la invasión de un goce imposible de soportar.
Se trata de una joven que recibo por primera vez a los 17 años con conductas de riesgo múltiples y sin ningún freno. Fui su analista durante alrededor de 4 meses,luego se internara 1 año y medio y dejo de verla.
Vuelve hace dos años, con ideación persecutoria. Esta cesara en pocos meses. Todo va bien y súbitamente hace un intento de suicidio, inesperado para mí, fuera de todo cálculo. Ella tiene grabada la muerte en su nombre, sus padres la nombran “suicida”. Pido un control, no sé si seguir con el caso, el control dice: “¿vas a tener el coraje de dejarla?”.
Al poco tiempo se produce una contingencia transferencial, me dice: “ud. va a tener que buscar un discípulo”. El tema de mi edad, los años trascurridos era objeto de conversación durante los momentos en que la acompañaba a la salida y ella me interpretaba: “como está con este tema de la edad”.
Pero ella avanza. “¿Ud no me quiere atender más?, dígamelo, yo no quiero que ud este obligada a atenderme, quizá ud está cansada, ya no tiene las mismas energías de antes”.
Le contesto que lo he pensado seriamente (un poco en broma).
Verdadera sorpresa transferencial que proviene de una absoluta contingencia que el espacio de control, la exigencia de control permiten: la muerte, la finitud queda del lado del Otro, el analista. “Vos vas a tener que analizarte muchos años, y yo no sé si te voy a poder acompañar.”
Luego de un acontecimiento de cuerpo,se desmaya en la facultad, hablara en las siguientes entrevistas de su cuerpo, de que debe cuidarlo un poco más, tb cuidar a los otros, sus padres, hermano, pareja. Cuidar su palabra, siempre hiriente y cortante, dice que tiene miedo, que eso que le pasó no lo podía calcular y que no se lo esperaba. El goce hace acontecimiento y puede abordarse a partir del semblante, no sin pasar por el prestar cuerpo del analista.
Recientemente dice, “quiero vivir, F (su pareja) se enoja y se queja y yo pienso cuando le digo que sí a lo que él quiere que hay que disfrutar los momentos que tenemos”. Y me pregunta “Silvia ud se angustia”?
El efecto de formación y la práctica de control, permiten combatir los residuos del fantasma y el afán religioso.
El psicoanálisis que se orienta por lo real, no puede permitirse ninguna esperanza. La formación nos prepara para tener como dice Miller “sentido de la oportunidad”, para captar la ocasión. El territorio del psicoanálisis orientado por lo real produce una vivificación que permite reducir un exceso, incluyendo lo éxtimo que suelta sínthoma, es decir rehace el modo de anudamiento de los tres registros RSI. Es a partir del sinthoma como un lazo social es posible.
En el caso del analista ese lazo se encuentra en la relación con la comunidad analítica en su conjunto.
