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El amor en la Escuela
Flory Kruger

Hablar del amor en la experiencia analítica es sin duda nombrar uno de los conceptos fundamentales del Psicoanálisis: la transferencia.

Freud la descubre por azar y hace de ella el elemento fundamental de la relación entre paciente y analista.

Pero hoy, en esta apertura, voy a referirme a otro aspecto del amor, teniendo en cuenta que nos encontramos en una Sección de la Escuela, en Santa Fe, me gustaría referirme al amor en la Escuela, que no deja de ser también una reflexión acerca del amor en la experiencia analítica.

Lo pense justamente, porque este año la Sección tanto de Sante Fe como de Rosario cumplen 15 años de su fundación. Anoche tuvimos un festejo por esa razón precisamente.

¿Podríamos decir que estos 15 años de existencia dan cuenta de un amor en juego?

La intersección entre el amor y la escuela no va de suyo, no resulta obvio ni del todo comprobable, mucho menos, existente. Entonces me pregunté, ¿cómo escribiría la historia de la fundación de nuestra Escuela? No se si muchos de ustedes la recuerdan. Desde el punto de vista fenoménico, hubo un primer impulso entusiasta y diría también amoroso, ya que se sostenía de una transferencia fuerte con el Campo Freudiano encabezado por Miller, en lo que se llamó el “Movimiento hacia la Escuela”. Los diversos grupos pertenecientes al Campo Freudiano, tanto de Buenos Aires como de algunas provincias, participamos de ese movimiento para la construcción del Uno de la Escuela y finalmente el 3 de enero de 1992 se fundó la EOL .

A partir de ese momento inicial, comienza a producirse un movimiento contrario, vuelven a reaparecer las diferencias, los rechazos, las rivalidades, la identificación de los miembros con los grupos preexistentes, fenómenos que ubicaría más bien del lado del odio que del amor.

Ustedes,  en las distintas Secciones, también conocen algo de lo que estoy hablando, es más, muchas veces me pregunto por la dificultad que surge cada vez que tienen que permutar los miembros que sostienen la gestión, que forman parte del Directorio de la Sección, ¡¡es notable!! No hay demasiado interés por ocupar esos lugares.

Y a pesar de todo, aquí estamos, trabajando en una nueva Jornada de Santa Fe, trabajando para la Escuela y hablando hoy del amor en la Escuela.

Podemos preguntarnos entonces ¿de dónde se sostiene la Escuela, si es que no se trata del amor? ¿cuál es el punto de unión, de convergencia que la hace posible?

Hemos pasado de una lógica sostenida en el uno de la totalidad, en su cara más imaginaria, hasta poder ubicar un rasgo simbólico que funciona como punto de anudamiento y que permite trascender las diferencias imaginarias, me refiero a “La Orientación”, esa que no necesita ni mapa ni brújula.

En el Seminario de Política Lacaniana, Miller recuerda que Lacan sostiene la estructura de la Escuela en relación con el agalma y el Sujeto supuesto Saber, ambos conceptos vinculados al amor, pero además, cuando funda la Escuela de la Causa Feudiana, el llamado que hace es a “los que todavía me aman”. ¿Una Escuela que se funda sostenida en el amor?

Según Miller, Lacan tuvo la honestidad y el coraje de decir que la Escuela estaba constituida alrededor del elemento agalmático susceptible de producir la transferencia de trabajo, pero en verdad, lo que fue su agalma, fue su enseñanza misma.

Pasamos del amor que hace de dos, uno, el amor en su función de desconocimiento, del que habla Lacan en el estadio del espejo, al amor en su cara más simbólica, que se orienta hacia la castración, amor que hace condescender el goce al campo del Otro y que en la perspectiva de la Escuela, sería la forma de regular lo real que toda institución psicoanalítica, alberga.

Si consideramos que la estructura de la Escuela se sostiene de la relación de cada uno como sujeto con el sujeto supuesto saber, debemos abordar la perspectiva del amor de transferencia y del amor al saber.

El amor que se produce en la transferencia es un amor dirigido al saber del Otro, este amor es el amor que no quiere saber nada de su propia causa. Lacan lo ha precisado como rechazo de saber, como horror al saber.

Es la primera paradoja que descubre Freud cuando se enfrenta con el amor de transferencia, la puerta de entrada al saber inconsciente es la misma que le cierra al sujeto su acceso. Es el aspecto de resistencia del amor de transferencia. Es la transferencia que se funda en el Ideal, solidaria de una concepción intersubjetiva del amor, sostenida en la unidad del Otro y en relación de reciprocidad con él.

Pero hay una función del Otro en el amor que va más allá de la función idealizante.

Si a la demanda de amor, en lugar de responder el Ideal del Otro, responde la falta, el sujeto de esa demanda se ve confrontado a su propia división como sujeto del deseo y como respuesta a la cuestión de su goce.

Es lo que debe ocurrir con la transferencia en la experiencia analítica. Así la intersubjetividad queda reemplazada por la división del sujeto frente a la causa del deseo.

Dos usos del amor sostenidos en dos lógicas diferentes.

Lacan propone como concepto ordenador al deseo del analista, recordémoslo, deseo que mantiene la distancia entre el Ideal y el objeto a. Deseo del analista como lo que permite llevar al sujeto más allá de la identificación con el Otro del saber, pero también más allá de su fantasma en su función de pantalla.

¿Cómo encontramos estos dos modos del amor en la Escuela?

Encontramos el amor de transferencia en el campo de la institución psicoanalítica, en los liderazgos.

El liderazgo existe en el seno de toda institución. Cuando toda la institución sólo se sostiene en base al liderazgo, en lugar de tender a la desuposición del saber, se lo ejerce, provocando efectos de grupo sostenidos en el peso sugestivo que surge del amor de transferencia.

La Escuela no desconoce estos efectos ni esta estructura como existente, sabemos que son ineludibles, pero lo que hace es ofrecer diferentes dispositivos que apuntan a la deconstrucción de estos liderazgos transferenciales que provocan efectos de grupo sostenidos en el horror al saber.

El núcleo de la Escuela trabaja en contra de esto. Los distintos dispositivos como los carteles, la permutación, el uno por uno, pero fundamentalmente el pase, trabajan en relación con estos efectos intentando regularlos, desplazarlos, ordenarlos, pero cuando la Escuela con sus dispositivos es atravesada por estos efectos, la única salida, tal como lo ejerció Lacan, es la disolución.

La otra alternativa a la identificación es la que plantea Miller en “En el banquete de los analistas”: la transferencia de trabajo. La transferencia de trabajo es una expresión que Lacan usó, por única vez, en el Acta de fundación de la Escuela Freudiana de París, en el año 1964. En ese texto la transferencia de trabajo está puesta, no en relación con la cura sino en relación con la enseñanza y la transmisión del psicoanálisis.

Lacan dice que el analista sólo se realiza como tal si se vuelve otra vez analizante respecto del saber supuesto.

Podemos agregar que el trabajo de transferencia deviene en el interior de la Escuela, transferencia a la causa analítica. La transferencia de trabajo es pues, pase de trabajo.

Entonces me pregunto por la articulación entre el amor y la transferencia de trabajo.

Miller plantea que la transferencia de trabajo implica la desuposición del saber del Otro, el no hay Otro, por lo tanto la sitúa al final de la experiencia analítica. En el lugar del amor al saber, pone el deseo de saber, o sea que la transferencia de trabajo es solidaria, no del amor sino del deseo.

Junto al deseo inédito de saber aparece la posibilidad de ofrecer a la comunidad analítica un saber acerca de ese pasaje, un saber nuevo y transmisible. Estamos así frente a la experiencia del pase, dispositivo que se pone en marcha en el interior mismo de la Escuela, experiencia que permite que algo del trabajo de transferencia que sostuvo el despliegue de una cura sea expuesto a la comunidad.

La pregunta que persiste es ¿qué lugar para el amor en esta estructura?

En el último capítulo del Seminario 11, Lacan habla de un amor sin límites, que es un amor no regulado por el Otro, más allá de los límites de la ley.

Lacan concluye que un verdadero amor desemboca siempre en el sacrificio de su objeto, por eso lo ubica como una cuestión central al final de la experiencia analítica. Un verdadero amor es pues un amor confrontado a la falta, del lado de la castración y no del lado de la completud.

Para concluir diremos entonces que el amor sin límites, al ser ubicado al final del análisis, nos queda del lado del deseo de saber y esto es lo que un analista en posición de analizante enseña en la Escuela sostenida en la transferencia de trabajo.

Es mi deseo que estas Jornadas sean pues, una más de las  expresiones de la transferencia de trabajo, esa que nos ha permitido hasta ahora sostener nuestra Escuela.

Gracias.

Autor: Flory Kruger